Cuando se sale a la cancha tienes asegurado el empate, la mayoría de las veces cuando se viene a la vida también. Sin embargo hay excepciones, y de esas deberíamos de aprender, de cuando alguien llega a la vida perdiendo por uno o dos goles y se va ganándolo, a veces hasta por goleada. Sin embargo, todavía hay por ahí gente que prefiere amarrar el empate. Huye de ellos. No hacen bien ni por asomo. Huye de los que tiran “el camión atrás” como normalmente se estila decir, esos son los chatos de alma y de ilusiones. Esconden su mediocridad disfrazada de estrategia. Huye de ellos, son contagiosos. Pueden acabar convenciéndote. Huye de ellos, se creen sus mentiras pronunciándolas como verdades.
Faltándole el respeto al principio básico del futbol que es salir a ganar siempre, porque nadie va a un estadio a gritar un cero a cero, ni a la vida a quedarse quieto. Porque debería estar prohibido querer ganar mendigando oportunidades. Dejándoselo al azar.
Jugar a amarrar el empate es lo más engañoso que existe porque es aceptar un marcador mediocre, nunca aceptes. Y es mediocre porque no se tiene que hacer nada y si no haces mucho, con un poco de mala suerte, el partido y la vida se acaban igual, porque los partidos y vidas más tristes son precisamente en las que no pasa nada. Y si a eso venimos es mejor que no hubiéramos llegado.
La próxima vez que alguien te sugiera no arriesgar, que así está bien, que si arriesgas puedes recibir gol en contra, que es mejor amarrar el empate, compadécelo, porque esa persona en realidad no le tiene miedo a perder, le tiene miedo a ganar. Y esos son los más peligrosos. Compadécelo, pero huye de ellos, por tu bien, el del futbol y el de la vida.